Capítulo XX


Ahora que lo pienso, nunca estuve allí cuando ellos más me necesitaban.

Era un día lluvioso y frio cuando se vio a un hombre caminando de regreso a casa bajo la torrencial llovizna. Sin paraguas ni nada para cubrirse, el hombre vestido con un traje negro de luto simplemente caminaba con la cabeza cabizbaja mirando al suelo, perdido y desorientado.

Su expresión era pálida y desamparada.

Sus ojos estaban vacíos en una profunda tristeza, perdida y por, sobre todo, una completa sensación de desesperanza y soledad. 

Eran los ojos de un hombre que lo había perdido todo, ya no le quedaba nada.

El timbre de una llamada resonaba entre el escenario lluvioso, pero el hombre con los brazos caídos y pasos tambaleantes simplemente ignoraba las llamadas.

Ya no le veía sentido a nada en la vida.

Él siempre había sido un hombre trabajador.

Creía firmemente que, para poder darle una buena vida tanto en salud como económicamente estable a su familia, era necesario trabajar incansablemente para ganar dinero. Esa eran las enseñanzas que su fallecido padre siempre le enseño y con las cuales él creció.

Debía trabajar y trabajar.

Siguiendo esas enseñanzas, siempre se dedico a priorizar su trabajo. Jamás faltaría a un día laboral. Desde temprano en la mañana saldría de casa para regresar de la oficina tarde por la noche. 

Gracias a nunca rendirse y a priorizar su trabajo, logro rápidamente varios ascensos y con ello, logro comprar una casa para vivir con su esposa e hijo.

Todo parecía marchar sobre ruedas, entonces… ¿Por qué ocurrió esto?


Comentarios

Entradas más populares de este blog