Las hojas se mecían suavemente con la brisa, y los pájaros trinaban como si se burlaran de nosotros. Sentado a la sombra de un árbol, con el uniforme escolar ajustándome el cuello, apenas podía concentrarme en lo que decía el profesor. Su voz grave y engolada se arrastraba entre fechas, nombres y batallas como un canto monocorde destinado a dormir a las piedras.

—…tras la Reforma de Thalios II, se estableció el decreto que consolidó la hegemonía del pensamiento imperial en las provincias insulares —dijo el profesor Baldemar, empujando hacia arriba sus anteojos con un dedo rechoncho—. Y es por eso que hoy, incluso aquí en la Isla del Alba, podemos gozar de estabilidad y orden gracias a siglos de disciplina.

Marcos, sentado erguido como una estatua militar, anotaba con precisión cada palabra. Lilia, por su parte, escuchaba con atención sincera, como si cada lección fuera una llave hacia el continente que tanto anhelaba conocer.

Yo en cambio…

Yo no podía evitar sentir que estaba atrapado en una versión decorada del infierno.

"Orden. Disciplina. Decretos." Palabras vacías que me habían acompañado toda una vida. Ya las conocía. Las había obedecido. Y al final, ¿qué? Una oficina gris, una cama solitaria y una muerte insignificante.

—El Imperio prospera no por la ambición egoísta del individuo, sino por el sacrificio colectivo —continuó Baldemar—. Es el deber del noble someterse a los designios del trono. Quien duda de esto, no merece el honor de portar un apellido noble.

—Qué conveniente —murmuré.

El profesor dejó de hablar.

Lilia me miró de reojo. Marcos frunció el ceño. El canto de los pájaros cesó como si incluso ellos sintieran la tensión.

—¿Acaso dijo algo, joven Loky? —preguntó el profesor, con una sonrisa forzada que apenas ocultaba su molestia.

—Solo pensaba en voz alta —respondí, alzando los hombros—. Me sorprende que siempre que se habla del "bien del Imperio", ese bien siempre implica callarse, arrodillarse y obedecer.

—¡Porque así se construyen las civilizaciones! —exclamó el profesor, golpeando con la palma la mesa frente a él—. Sin jerarquía, sin orden, sin deber, lo único que queda es caos.

—¿Y qué hay de la libertad? —pregunté, mirándolo directamente a los ojos—. ¿O eso también está prohibido por decreto?

Marcos dejó de escribir.

—La libertad es un privilegio que uno se gana demostrando responsabilidad —intervino con tono solemne—. No un capricho para hacer lo que se te dé la gana.

—¿Responsabilidad? —me reí, sin alegría—. Yo ya viví treinta años siendo responsable. Trabajé, obedecí, me callé la boca... hasta que un día simplemente me morí. ¿Sabés qué sentí en ese último segundo? Que nunca viví realmente. Que me pasé toda la vida enjaulado en un sistema que solo quería exprimir mi tiempo.

Silencio.

El profesor me miró como si hubiese escuchado una blasfemia. Lilia abrió la boca, pero no dijo nada. Quizás porque entendía algo de lo que estaba sintiendo.

—¿Treinta años? —preguntó Marcos, confundido.

—Era una forma de decirlo —dije, con un suspiro. Me puse de pie. El calor del sol me dio en el rostro—. O no. Qué importa. Lo único que sé es que no voy a quedarme aquí fingiendo que esto es lo que quiero.

Me desabroché el cuello del uniforme. La tela crujió cuando me quité la chaqueta azul con ribetes dorados y la dejé caer sobre la silla.

—Voy al río —dije. Y luego, con una sonrisa irónica—. Necesito aprender algo más importante que obedecer: a respirar.

Y sin esperar respuesta, crucé el jardín mientras el profesor balbuceaba insultos sobre mi falta de respeto. Pero su voz ya me llegaba lejana. El viento era más honesto.



[Inicio de la clase]

PROFESOR BALDEMAR
(ajustándose su chaqueta demasiado apretada)
Bien, niños Collins. El día de hoy hablaremos sobre “El deber y la obediencia como virtud noble”, un principio fundamental que ha guiado a todos los grandes hombres del Imperio.

LOKY
(alza una ceja, cruzado de brazos, incómodo en su uniforme)
¿Obediencia como virtud? Qué conveniente para los que están arriba.

PROFESOR BALDEMAR
(alzando el mentón con falsa elegancia)
¡Claro que sí! Un verdadero noble entiende que someter su voluntad a la disciplina es lo que lo eleva por sobre la chusma vulgar.

LOKY
(tono frío, apenas conteniéndose)
¿Y si esa disciplina se convierte en una jaula? ¿Y si lo único que haces es seguir órdenes toda tu vida sin preguntarte si eso te hace feliz?

LILIA
(incómoda, interrumpiendo con suavidad)
Hermano… el profesor solo quiere enseñarnos las bases del pensamiento imperial. Son cosas necesarias para el examen.

MARCOS
(condescendiente)
Si vas a sentarte aquí, por lo menos ten la decencia de no interrumpir con ridiculeces.

LOKY
(ríe por lo bajo)
¿Ridiculeces? Tal vez para ustedes… pero para mí, vender tu vida por una medalla o un apellido es el verdadero ridículo.

PROFESOR BALDEMAR
(alzando la voz, indignado)
¡Eso es un pensamiento indigno de alguien con sangre noble! ¡La historia del Imperio está construida sobre la obediencia y la estructura! ¡El sacrificio individual por el bien de la nación!

LOKY
(se levanta, lentamente, su sombra cubriendo la mesa)
¿Sacrificio? Yo ya lo hice una vez. Treinta años obedeciendo, trabajando como un burro, esperando “mi momento”... ¿y sabes qué conseguí? Morir solo, sin haber vivido.

(los hermanos lo miran sorprendidos, sin entender del todo el trasfondo)

LOKY
(su tono se vuelve serio, como si hablara consigo mismo)
No pienso repetirlo. No voy a dejar que me encasillen otra vez con uniformes bonitos y discursos vacíos. No quiero esto.

LILIA
(dulce pero firme)
Entonces ¿para qué viniste?

LOKY
(con una media sonrisa triste)
Para intentar... para ver si podía engañarme a mí mismo. Pero ni siquiera eso se siente real.

PROFESOR BALDEMAR
(furioso, sudando)
¡Esto es una falta de respeto sin precedentes! ¡Voy a informarle a vuestro padre!

LOKY
(dando la vuelta, caminando hacia el jardín)
Hazlo. Estoy seguro de que estará encantado de escuchar que su "hijo recuperado" prefiere mojarse en el río antes que podrirse en un trono de oro.

(se quita el saco del uniforme con un solo movimiento y lo lanza sobre la mesa)

LOKY
(irónico, mientras se aleja)
Buena suerte con tu obediencia, profesor. Yo voy a nadar.

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