⌨ Capítulo 7 – Capítulo 7
Para Erik, hoy el día
daba señales de que iba a ser tranquilo. Como siempre. Tras un día de fuertes
lluvias, hoy el sol resplandeciente salió desde el norte iluminando la isla,
bañando con su luz los tejados y techos de las decenas de casas de adobe que constituían
la pequeña ciudad de no más de 200 familias, PollRoyal. En donde el sendero
empedrado se curva, antes de perderse entre el viejo bar y las casas de los
hermanos Turner, estaba el pequeño y viejo taller de madera de Erik. Adornado
con un par de masetas en la entrada vieja, estaba el taller con aroma a resina,
aserrín y tiempo. Las paredes, decoradas con herramientas viejas como serruchos,
martillos y algunas que otras artesanías y esculturas de madera, decoraban el
lugar como antiguas reliquias.
Esas viejas herramientas
y artesanías hablaban de generaciones pasadas y del largo tiempo que Erik
llevaba como el carpintero del pueblo. Podría decirse que desde que construyo
esta pequeña tienda con sus propias manos, decenas (sino todas las familias de
PorlRyoal) habían pasado por su tienda. Algunos con encargos tan simple como reparar
la pata de una silla, otros con encargos mas engorrosos como crear una
escultura realista de regalo de bodas.
Incluso llegaron a pedirle
que esculpiera un anillo de bodas para un viejo amigo que se iba a casar.
Innumerables eran los
encargos que Erik había tenido que realizar para los habitantes de PoltRoyal, pero,
así como su tienda una vez tuvo su apogeo, también llego el declive. Con el paso
del tiempo, también le vino la vejes y con ello, el agotamiento de energía y el
constante cansancio. Ya no podía tallar esculturas realistas de 1.7 metro como
antes lo hacía, ni construir muebles complejos. Por no decir, que incluso ya no
tenia las fuerzas para trepar al tejado de su tienda a reparar las goteras.
Ahora, su tienda permanecía
bajo la sombra de un tejado inclinado y musgoso, pero pese a que su tienda ya
no resplandecía como antes, para Erik, seguía siendo su preciosa tienda.
Y, a decir verdad, hacía
tiempo también que sus manos no trabajaban por encargo, salvo por uno que otro
banco para la capilla, o un cuenco para una joven madre. Pero nadie acudía a él
ya con urgencia como antes. Su taller se había convertido mas en un lugar de
paso que de trabajo: un rincón en donde pese al descuido, seguía siendo cálido y
donde los vecinos se sentían lo suficientemente acostumbrados como para
detenerse a conversar y a veces a beber.
Su sobrina, Lysa, una
niña de trenzas desordenadas y sonrisa fácil, solía correr por el taller por
las mañanas, revolviendo virutas con los pies descalzos. Aunque decía querer
ser su aprendiz, Erik sabia que los intereses de su pequeña muchacha traviesa
estaban muy lejos de pasar horas con un cuchillo dándole forma a la madera. A
su pequeña parecía interesarle mas la pesca y divertirse con el resto de niños,
es por ello que nunca se lo impedía. Cada mediodía, tras preparar el almuerzo, Erik
la dejaba ir con los demás niños del pueblo, aunque siempre le recordaba:
“no te alejes de la
orilla, y si ves a ese vago de Thompson que me debe dinero, ¿le das una patada
de mi parte!”
Lysa solo reía y salía
disparada.
Se podría decir que esa
era la rutina de Erik.
Y aquel día no fue
distinto. Erik había terminado de guardar sus herramientas y como buen viejo de
mas de 60 años, se disponía a tomar una breve siesta hasta que Lysa volviera.
Su banco favorito bien acolchonado, junto a la ventana abierta con los rayos de
sol cálidos iluminándolo era su lugar preferido para dormir sus siestas, ese
lugar ya lo esperaba con la brisa templada del mar entrando sin permiso.
Erik cerro los ojos con
un suspiro largo, el chirrido de la madera vieja le acaricio su encorvada espalda.
Sus pestañas estaban por
cerrarse, y justo cuando dejaba caer su cabeza para dormir, el sonido de pasos acercándose
lo interrumpieron.
¿hm? ¿Un cliente en este
horario?
Era extraño, ya que nadie
solía visitar la tienda al mediodía.
Era casi conocimiento
publico que el viejo Erik solía cerrar la tienda para dormir la siesta en este
horario. Acostumbrado a que todos supieran de ello, Erik con el tiempo incluso se
había acostumbrado a no darle vuelta al cartel de (abierto)
Los pasos algo apresurados
y desconocidos para Erik, finalmente cruzaron la entrada y golpearon la puerta.
¡toc! ¡toc!
La persona al otro lado
golpeo la puerta.
¿Golpeo la puerta?
Otra extrañeza.
Nadie del pueblo golpeaba
la puerta, todos estaban acostumbrados a entrar nomas. De hecho, incluso el
propio Erik no costumbraba a que golpe la puerta.
Erik se recompuso y se despertó
con un bostezo, apoyándose de su viejo bastón, se levanto del asiento y camino para
abrir al invitado.
¿Quién es?
Cuando Erik abrió la
puerta, se sorprendió al encontrar un rostro casi desconocido.
Un joven guapo y alto, de
cabello despeinado pero brillante color cobrizo con el reflectar del sol lo
aguardaba al otro lado. Vestía pantalones y camisa simple, a primera vista podría
haber sido confundido como un simple pueblerino, pero Erik detecto
inmediatamente la calidad de las telas de su ropa.
Esa no eran ropas de baja
calidad como acostumbraban, de ello, sus bordes perfectamente bordados y la
suavidad de la tela, así como el color, todo denotaba alta calidad.
“¿Quién es…usted?”
pregunto Erik, indirectamente agregando un toque de cordialidad y respeto al
final de su frase. El joven lo miro con una ligera sonrisa.
“He preguntado por el
pueblo, y todos me han dicho que usted es el mejor carpintero de toda la isla.”
Comentó el joven, extendiendo su mano blanca y suave sin rasguño alguno. Impecable.
Todo lo contrario, a la mano canosa y repleta de cayos como cicatrices de Erik.
“Usted…”
“Me presento, soy Loky
Collins, maestro Erik. He venido para pedirle un encargo.”
¿Collins?
¡hm?
¡…es collins!
“¡Perdone mi imprudencia,
joven collins!” asustado, Erik intento inclinar su cabeza, pero su cuero viejo
no le permitió encorvar aun mas su espalda, y su cuerpo se tambaleo con el bastón.
Casi cayendo al suelo, pero unas manos rápidamente lo apoyaron antes de caer.
“Cuidado. Maestro
carpintero, jaja, no necesita estar tan asustado, vine de forma amigable, no
tiene que estar preocupado.” Intento Loky calmar al anciano.
“Si, si…claro, por
supuesto.” se recompuso Erik, algo sorprendido por la ayuda de Loky como por su
actitud amigable y fresca. Lo mire de reojo, y recordó:
… se llama Loky, claro, ya recuerdo.
Es el hijo de los collins
que casi se ahoga hace dos días.
Erik dejó escapar un suspiro
de alivio.
Si bien no desprestigiaba
al hijo menor de los collins, los rumores en la ciudad decían que no iba a
heredar la casa familia. De hecho, Erik se asustó cuando pensó que el joven de
enfrente era aquel tal Marcos, talentoso en el entrenamiento con la espada del
cual se rumorea que podría ser la encarnación del abuelo dragón de la casa
collins.
Mirando el aspecto
delgado y… debilucho del joven enfrente, estaba mas que claro que no era aquel
hijo adicto a la espada y el entrenamiento.
Otro suspira volvió a
escapar de Erik, relajo sus nervios, pero aun así, mantuvo su porte respetuoso
y servil.
“Lo que sea que mi pobre
taller pueda ofrecerle señorito Loky… si está dentro de mis capacidades, lo haré.”
Dijo Erik.
Loky se acercó y le dio
unas palmadas en el hombro a Erik.
“Gracias, amigo. Justo
vine a ti porque escuche que solo tu puedes completar el encargo que tengo.” Rio
Loky, cruzando a su lado y acercándose a la mesa del taller. La mesa estaba
completa de aserrín y mugre de la noche anterior que Erik no había terminado de
limpiar.
Al ver esto, se asusto y quiso
correr para apartar todo a un lado para que el joven amo no se enfureciera ni
disgustada, pero contrario a ello, Loky no le prestó atención alguna, hizo a un
lado un par de escarchas de aserrín y coloco un papel sobre la mesa.
“necesito que me construyas
esto…” dijo Loky, señalando el dibujo en el papel.
Erik se acercó con
curiosidad, mirando el extraño dibujo.
“…eso es…¿una tabla?”
pregunto Erik, confundido de lo que estaba viendo.,
“¡Así es!” asintió emocionado
Loky, “es una tabla de madera, pero no cualquier tabla, maestro carpintero.” Refuto
Loky, sonando increíblemente emocionado.
Erik no estaba
entendiendo.
Loky golpeo con su dedo
el dibujo y con vos maravillosa, clamo: “Esta es… ¡una tabla para surfear el
mar!”
Silencio.
Se hizo el silencio en el
taller.
Erik asintió sin
entender.
“¿Una…?”
“Una tabla. Para deslizarme
sobre las olas.”
“¿Cómo… como un bote?”
pregunto Erik.
“No exactamente. Es más…
pequeña. Sin remos. Yo iré de pie encima de ella, la tabla es mi única montura.”
El viejo Erik frunció el
ceño, mirando con expresión extraña al rostro emocionado de Loky.
En todos sus años, Erik había
vivido muchas situaciones ridículas y confusas, pero hasta ahora, nada podría compararse
al actual encargo que tenia delante de sus ojos.
“¿Una… montura para el
mar?”
“Exacto. Pero no es cualquier
tabla. Debe ser flexible, ligera y a la vez resistente. Debe curvarse
ligeramente en los extremos. Como una hoja. Como un diente de ballena.” Explico
en sucesivas descripciones Loky, moviendo sus manos para intentar crear una
imagen del tipo de tabla que quería en la mente del viejo Erik.
Pero Erik seguía con los
ojos atónicos, mirándolo como si el muchacho acabara de pedirle una silla que
volara.
¿Qué otra forma había de
describirlo?
Erik forzó una sonrisa
servicial, mientras en su mente, sentenciaba al joven que tenia enfrente con
una clara definición:
… ¡es un loco! ¡Este joven
de la casa collins está loco!
Ahora lo explica todo.
Con razón se rumoreaba
que este joven en realidad, no se estuvo por ahogar, sino que se intentó
suicidar.
Es un loco en todo el
sentir de la palabra.
Aun así, con las
descripciones irreales que tenía enfrente, Erik sabía que no debía molestar al
joven noble que estaba enfrente. Decidido poner su mejor sonrisa, y seguirle el
juego:
“¡Oh, vaya!” bramo con
fingida sorpresa el viejo, “Una tabla… que cabalgue el gua y sin velas, ni remos
ni timón, ¿cierto?”
“Exacto” asintió Loky
como un polluelo moviendo la cabeza.
“Pero… ¿no es eso una tabla
divina, joven collins?”
“¿Tabla Divina?” se sorprendió
el joven.
Erik paso a explicar, “así
es, todas las descripciones suenan como un artilugio dado por dioses, algo
divino y ancestral.”
Loky asintió, “entiendo a
lo que te refieres. Pero no es divino.” Respondió Loky, aun entusiasmado. “es física.
La velocidad y el equilibrio hacen el resto. Pero para ello la tabla debe
flotar en el agua y ser resistente a ello también.”
Erik no respondió.
Había construido camas,
cunas, arcones y hasta un féretro una vez para la iglesia local, pero esto…
Ya no podía saber si
estaba ante un joven noble excéntrico… o ante un loco.
“¿Usted… va a montar las
olas?” pregunto Erik, como ultima pregunta con voz temblorosa.
“Sí, quiero surfear la
ola mas grande que encuentre.” Afirmo Loky, dejando ver un brillo de fervor y emoción
en sus pupilas. Aunque a ojos de Erik, que sabia que cientos de barcos y
marineros habían muerto bajo las feroces olas que volcaban sus barcos, no pudo
evitar ver en esos ojos brillante los destellos de la locura.
Sintió el sudor frio en
la nuca. No por el pedido, sino porque si se negaba… y aquel muchacho se
molestaba…
Erik no podía saber que daños
podría llegar a hacerle un joven noble loco.
“Hare lo que pueda, mi
señor” dijo al fin, con una reverencia torpe.
Loky sonrió de oreja a oreja.
“¡Perfecto! Por suerte, todavía
es temprano y hace poco pasé por el ala este de la isla., Allí vi arboles de
frutas, su madera lucia prometedora para tallar una tabla.”
“¿Disculpe?”
“¡Te ayudare!” afirmo el
joven, haciendo que los ojos del viejo Erik volvieran a abrirse como platos.
“Espere…joven señor, un
noble como usted no debe, podría lastimarse y…”
“¡No te preocupes, y pongámonos
en marcha…!”
El joven loky no le permitió
terminar cuando tomo a Erik y lo arrastro consigo.
De esa forma, el viejo Erik
que planeaba dormir la siesta hasta el regreso de su sobrina, paso la tarde con
el hijo menor de los collins buscando una buena madera para tallar.
“Cabalgando las olas…” seguía
susurrando Erik, aun incrédulo: “este chico quiere invocar a los espíritus del mar…
con una tabla de madera…”
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